sábado, 26 de marzo de 2011

EL GRADO INVERSIONISTA



Por Amylkar D. Acosta M
“Después de 12 años de estar buscando el grado de inversión, la firma Standard and Poor’s nos acaba de otorgar el grado de inversión” , con estas palabras recibió el Presidente Santos el anuncio el pasado 16 de marzo por parte de la calificadora de riesgo en tal sentido. Interpretó, además, esta decisión como un “certificado de buena conducta” refiriéndose al desempeño de la economía nacional. Ya a mediados del año pasado esta misma firma había anticipado la mejora de la perspectiva de la deuda soberana de Colombia de estable a positiva , como antesala del otorgamiento del grado de inversión a su deuda pública denominada en moneda extranjera. Esta pasó ahora de BB+ a BBB-, el primer nivel dentro de la escala de grado de inversión y la de corto plazo de B a A-3, con lo cual se pone a la par con Brasil, Perú, Panamá y Costa Rica y a un solo escalón de la de Chile, los cuales ya hacen parte de este exclusivo club .Colombia, entonces, recobra esta calificación después de haberla perdido en septiembre de 1999, en medio de la más profunda crisis económica en los últimos cincuenta años, la cual le significó al país una caída estrepitosa del crecimiento del PIB del - 4.3%.
Alcanzar este objetivo se convirtió en la obsesión del anterior Gobierno y por ello no alcanzarlo se constituyó para el mismo en una de sus mayores frustraciones. Ocho años fueron insuficientes para lograr dicho cometido por la administración anterior y cuando sólo han transcurridos ocho meses de la administración Santos se cristaliza este anhelo largamente aplazado de las autoridades económicas. Ello tomó por sorpresa hasta a los propios analistas colombianos, los cuales coincidían en que era inminente la obtención del grado de inversión, pero que ello no se daría antes del segundo semestre de este año; en ello coincidían con los voceros del Gobierno. Por ello, se ha considerado que tal decisión por parte de una de las calificadoras de riesgo más importantes del mundo, constituye un voto de confianza a la economía pero por sobre todo a la política del actual Gobierno. Hasta ahora no ha habido cambios sustanciales en los fundamentales de la economía que lo justificaran, habida cuenta que el manojo de proyectos de ley que buscan sacar avante las reformas estructurales de orden fiscal y tributario del Gobierno sigue aún atascada en su trámite en el Congreso de la República. Otras dos firmas calificadoras, Moody’s y Fitch Ratings, siguen a la expectativa del curso que tome la economía antes de subirle la nota.
Como lo sostuvo el economista Joydeep Mukherji, analista principal de la calificadora Standard and Poor’s para Colombia, “una calificación mira muchos aspectos, desde los económicos hasta los de seguridad y los políticos. Pero, el grado de inversión no implica que Colombia no tenga problemas, pues, de hecho, está en el nivel más bajo de esa categoría (BBB)” . En nuestro concepto, además de la mayor resilencia que mostró la economía colombiana igual que la latinoamericana, gracias al boom de las materias primas, frente a los embates de la crisis global y la crisis comercial con los países vecinos, el otro factor que primó a la hora de tomar esta decisión por parte de la Standard and Poor’s fue el fuerte mensaje del Presidente Santos en el sentido de volver por los fueros de la institucionalidad perdida en los ocho años anteriores.
Cabe preguntarse cuál es el significado y el alcance de haber recuperado el grado de inversión perdido para la economía colombiana. No han faltado quienes han querido magnificarlos, aduciendo que ello “le permitirá a la economía dirigirse hacia un mayor desarrollo y crecimiento” . El mismo Ministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry, en medio de la euforia provocada por el inesperado anuncio, se apresuró a afirmar que ello “hace pensar que la economía nacional pueda crecer este año en un 6%” , cuando la realidad es que para lograrlo se necesita mucho más que eso. En esencia, la calificación por parte de estas firmas, por lo demás muy desacreditadas luego de su fiasco en la Gran crisis global, sólo expresan su opinión sobre la capacidad y voluntad de un deudor, en este caso el Estado, para honrar sus obligaciones financieras con sus acreedores en tiempo, modo y lugar. Ellas al fin y al cabo actúan como las cancerberas de estos. Nada más, pero tampoco nada menos!
La verdad sea dicha, como lo afirma la revista Dinero “en el mundo de hoy, el Grado de Inversión es un estándar para quienes aspiran a mantenerse en la mira de los inversionistas internacionales . Es más, “el grado de calificación determina el costo del financiamiento del gobierno…El costo del capital en países con Grado de Inversión es menor y esto se constituye en una variable crítica para las empresas que necesitan competir con rivales extranjeros” . Por ello, tiene razón el Presidente Santos cuando acota que “a partir de este momento va a ser más barato acceder al crédito (para la Nación y empresas), y eso tiene un impacto muy positivo en la economía, en la generación de empleo, en la competitividad del país” . Ello es tanto más cierto habida consideración de que, gracias a esta calificación muchas empresas, fondos de pensionados e instituciones públicas, entre otras entidades, que antes les estaba vedado hacerlo, podrán desde ahora invertir sus recursos en Colombia, lo cual, a su vez, le reduce al país el costo del capital.
Pero, claro, no todo es miel sobre hojuelas con el grado de inversión. Además de que le impone al país un mayor rigor y una mayor disciplina en el manejo de la política fiscal, para no exponerse a perderlo nuevamente, tiene sus costos colaterales. En efecto, como lo señala Daniel Niño, Director de Investigaciones Económicas del Grupo Bancolombia, “la mayor confianza que ahora tienen los inversionistas en el país podría aumentar la inversión extranjera de portafolio y eso quiere decir que entrarían más dólares que podrían presionar hacia una mayor revaluación del peso” , agravando el fenómeno, larvado aún, de la enfermedad holandesa. Ello se convierte en un reto para el Banco de la República (B de la R) y para las autoridades económicas, toda vez que deberán implementar medidas tendientes a conjurarla.
Como lo advierte Felipe Janica, socio especialista en normas internacionales de información financiera (IFRS) de Ernst & Young Colombia, “es posible que si no se controla la llegada de capitales, se dispare la revaluación del peso, por eso es indispensable que la llegada de los inversionistas sea en lo posible de largo plazo y se debe evitar al máximo el arribo de capitales golondrinas porque eso podría provocar la enfermedad holandesa” . El B de la R reaccionó reajustando su tasa de interés interbancaria por segunda vez en menos de un mes elevándola hasta el 3.5%, lo cual hace mucho más atractivo seguir endeudándose en el exterior, lo que de paso presionaría aún más la tasa de cambio, amén de que ello se puede convertir en un freno de mano a la incipiente reactivación de la economía. Como lo sostiene el analista José Roberto Acosta, “el mayor costo del dinero y la mayor revaluación son los costos de la buena noticia” . Pero, a eso no nos podemos resignar, como lo advierte Janica “es conveniente que el Emisor no siga incrementando las tasas de interés y por el contrario las baje para desestimular el endeudamiento externo” .
Nada de esto cuenta para las calificadoras de riesgo, pues para ellas las políticas que se hacen acreedores al grado de inversión no son aquellas que propenden por la generación de empleo e ingreso y/o por la transformación de las estructuras productivas y la mayor competitividad del país, así como por el mayor crecimiento y la mayor riqueza nacional. De allí que la obsecación por alcanzar el grado de inversión de la deuda soberana del país puede conducir a lo que califica Dani Rodrik como la “perversión de la las prioridades”, subordinando los objetivos del desarrollo al test de las execradas calificadoras de riesgo.
Valledupar, marzo 25 de 2011
www.amylkaracosta.net

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