Por Amylkar D. Acosta M[1]
“Colombia está
demasiado obsesionada con el TLC
y poco obsesionada con la productividad”.
Andrés Oppenheimer
EL TLC COMO PANACEA
Tan
pronto trascendió la noticia sobre la ratificación del Tratado de Libre
Comercio (TLC) sucrito entre los
gobiernos de Colombia y EEUU hace casi seis años, se reanudó el debate en torno
a sus costos y beneficios para el país. De nada sirvió la celeridad que le
imprimió el ex presidente Uribe a la negociación del mismo, apremiando al
equipo negociador encabezado por el actual Director del DNP Hernando José
Gómez, para firmarlos “rapidito”. Dice el adagio popular que de la carrera no
queda sino el cansancio y en este caso la ligereza con la que se negoció le
significó al país aceptar ciertas imposiciones de parte de los negociadores de
EEUU. Es el caso del desmonte por parte de Colombia de todas las salvaguardias
al sector agropecuario, particularmente el Sistema Andino de Franjas de Precios
(SAFP) al tiempo que los EEUU se negó sistemáticamente a hacer los propio con
los subsidios y ayudas de los cuales son objetos sus excedentes agrícolas y
pecuarios para la exportación. A ello se refiere el Ministro de Agricultura y
Desarrol Rural Juan Camilo Restrepo cuando afirma que “se cometieron ingenuidades
negociando los capítulos agrícolas de los TLC”[2] .
Además,
el Gobierno colombiano comenzó a ceder antes de sentarse a negociar; en efecto,
cediendo a las presiones de las multinacionales farmacéuticas expidió el
Decreto 2582 de 2002, mediante el cual se amplió el período de protección a los medicamentos de marca y se retrasa la entrada al mercado de los genéricos. Y claro, esta norma, contraria por lo demás a la
normativa andina que cobijaba a Colombia, sirvió de piso a la posterior
negociación del capítulo de propiedad intelectual. Ello redundará en unos
mayores costos para el Sistema Nacional de Salud, agravando su crisis
financiera, con el agravante de que una vez entre en vigencia el TLC Estados
Unidos el Gobierno ya no podrá la Superintendencia de Salud intervenir y
regular la política de precios de los medicamentos como lo viene haciendo para
controlar la especulación y las trapisondas de la industria farmacéutica y las
EPS con los mismos. Como lo denuncia la analista Helena Villamizar "la
inclusion de la figura de expropiacion y menoscabo constituye uno de los
compromisos mas lesivos, al facultar a los inversionistas extranjeros a
demandar al Estado colombiano ante tribunales de arbitramentos privados cuando sientan afectadas sus ganancias o
expectativas razonables de ganancia por cualquier norma o medida"[3]. Huelga decir que al
violar de manera flagrante las normativas andinas aludidas la administración
Uribe allanó el camino de la desintegración de la Comunidad Andina de Naciones
(CAN), todo por el prurito de contar con un TLC bilateral con los EEUU[4]
Con
razón
el Comité Consultivo para Políticas y Negociaciones
de Comercio de los EEUU conceptuó que “el tratado con Colombia satisface o supera los logros acordados en
otros tratados recientes, incluyendo los suscritos con Perú, Centro América
y República Dominicana”[5]. Por su parte la Comisión
de Medios y Arbitrios del Congreso de EEUU considera que "el mercado de Colombia tiene el mayor
potencial de la region para el sector privado de EEUU"[6]. Comision de Medios y
Arbitrios del Congreso de EEUU. Es muy diciente que
sea el propio Embajador de Colombia en Washington, Gabriel Silva, en su afán de
lograr disuadir a los parlamentarios estadounidenses renuentes a su
ratificación, les hace ver que "Estados
Unidos esta perdiendo puestos de trabajo todos los dias por no tener ese
tratado con Colombia"[7]. De allí que pese a sus
hondas diferencias y a la polarización política, en medio de su pugnaz pulso
preelectoral, demócratas y republicanos se avinieron a respaldar
mayoritariamente dicha ratificación,
espantados como están con el fantasma de la recesión que hace rato ronda la
economía norteamericana. Ello fue algo providencial, la crisis económica y la
crisis de la deuda que embarga a los EEUU le dieron el empujón final aun TLC
que estaba más tuerto que bizco.
¡NO ESTAMOS PREPARADOS!
No
es de extrañar, antonces, la reacción del Ministro Restrepo, al advertir que “no estamos preparados, nos falta
mucho…Se hace imperativo que los sectores comiencen a trabajar de forma rápida
con el fin de competir o mitigar los efectos del tratado”[8]. Eso ya lo sabíamos, al
cierre de las negociaciones en febrero de 2006, el Presidente de
la SAC Rafael Mejía no dudó en señalar que “el sector del campo fue el gran
damnificado”[9].
Entre tanto el Presidente de Fedegan José Felix Lafaurie le cantó la tabla al
gobierno y no se arredró al decirle que “el TLC no es moral ni políticamente
defensable”[10].
La suerte estaba echada. Quedaba en evidencia que con la entrada en vigor de
este Tratado, contrariamente a lo que sostenía el Gobierno que lo sobrevendía
como si fuera la panacea, habrían ganadores y perdedores debido a las grandes
asimetrías en el mismo y a este sector le había tocado las de perder. Y cada
quien habla de la fiesta según como le fue en ella. Para calmar la molestia del
gremio de los agricultores se pasó por el Congreso la Ley 1133 de 2007
“mediante el cual se crea e implementa el programa Agro Ingreso Seguro”. Se
trataba de invertir la suma de $500.000 millones anualmente, destinados “a proteger los ingresos de los productores
que resulten afectados, ante las distorsiones derivadas de los mercados
externos y a mejorar la competitividad de todo el sector agropecuario nacional,
con ocasión de la internacionalización de la economía”. Es bien sabido que
tales recursos se desviaron y en lugar de favorecer la economía campesina, que
será la que llevará la peor parte, fueron a parar a los bolsillos de los más
pudientes.
Afirma el
Ministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry, haciendo gala de sus dotes de
voluntarismo que “nadie lo obliga a uno a hacer malos negocios…Siempre uno debe estar
preparado para hacer buenos negocios. ¿En qué? Ya lo dirá el futuro, lo dirán las intenciones de comercio y las
intenciones de inversión”[11]. Claro, que “nadie lo
obliga a uno a hacer malos negocios” y que “uno siempre debe estar preparado para hacer buenos negocios”. Pero así de claro
es también que un Tratado es un compromiso para las partes y las obliga a
ceñirse a él así sea un mal negocio por haber sido mal negociado. Uno “debe”
estar “preparado para hacer buenos negocios”, pero qué tal si no lo está como
lo pone de manifiesto su colega de gabinete?. Ante la preocupación manifestada
por voceros de los diferentes gremios empresariales y no sólo de estos, sino de
otro de sus colegas, el Ministro de Transporte, quien habló de la “herencia
vergonzosa”[12]
de las concesiones viales contratadas en la pasada administración, como él
mismo dice “a la topa tolondra”[13],
nos sale el Ministro Echeverry con el cuento que “hay
que ser benevolentes con lo que el país ha hecho en los últimos años”[14] para añadir que, a pesar
de ello él cree que “siempre estamos preparados para más
comercio y más negocios”[15].
Y
este, el de la infraestructura es el mayor obstáculo para que el país sea
competitivo; de ello se quejan todos los productores, así los industriales como
los agricultores, mineros y petroleros, todos los sectores. De las cinco
locomotoras para el crecimiento identificadas como tales en el Plan de
Desarrollo Prosperidad para Todos de la actual administración (infraestructura,
vivienda, minería, agricultura e innovación), una de ellas, la infraestrutura,
que es la que sirve de rieles para que las demás se muevan, un año largo
después sigue sin arrancar. Se sabía que, como lo afirma Marco llinás,
Vicepresidente del Consejo Privado de Competitividad, “con o sin tratado con
EEUU, si no hacíamos la tarea de
arreglar la casa por dentro, no podríamos aprovechar el libre comercio”[16]. No obstante cinco años
después de firmado el TLC con Estados Unidos y más de siete desde que se
incició la negociación del mismo, se perdió ese tiempo precioso para prepararse
y de esa manera poder aprovechar la oportunidad
que ofrece el TLC. Porque es claro, como lo dijo en su momento el ex ministro
de Comercio Jorge Humberto Botero, que “el acuerdo con EEUU abre oportunidades, pero no las garantiza”[17].
Casualmente, cuando el Congreso de EEUU por fin le da luz verde a la
ratificación del TLC con Colombia sorprende al país con 20 de sus carreteras
cerradas y muchas otras con paso restringido. Una de las regiones más pujantes
del país y con más promisorias posibilidades como lo es Santander está aislada
del resto del país.
El orondo Ministro de Hacienda no se da por enterado de estas falencias
y sale a decir que “la mejor forma de aprender a nadar es echarse al
agua, de manera que bienvenido el ´piscinazo´”[18]. El primero en ripostarle
fue el Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, augurando que “esa ducha fría que les va a llegar con los
TLC no se convierta en una neumonía para nuestro sector”[19]. Como bien lo dijo El
Espectador, “hay que atreverse a dar saltos. El problema es que éstos no pueden
ser al vacío; no se prende a nadar con
los brazos amarrados…sin un manejo adecuado pueden diluirse las ventajas,
por los efectos catastróficos para algunos sectores muy importantes de la
economía nacional”[20]. No le salió bien la
metáfora al Ministro Echeverry, pues quien está tratando de aprender a nadar no
lo va a hacer en una piscina olímpica para clavados, sin exponerse a perecer en
el intento. Además, no se puede confundir un trampolín con el cadalzo, que es
al que invita el despistado Ministro.
DESAPLICADOS CON LA TAREA
Sólo
ahora, cuando se anuncia la ratificación del TLC con EEUU y ambos países se
aprestan a su implementación es cuando se vuelve el Gobierno a acordar de la
Agenda Interna para la Productividad y la Competitividad (AIPC) en la que se
comprometió el país hace ya más de seis años, pero de la que sólo se acuerda
cuando se habla del TLC para volver nuevamente al olvida. Ahora se habla
nuevamente de “desempolvar la Agenda Interna para encarar el TLC”[21]. Pero, ocurre que, como
dijo el ex secretario del Tesoro de EEUU Lawrence Summers recientemente en su
intervención en Expogestión, la competividad no es una especie de switch que se
puede prender y apagar sin consecuencias. No faltan quienes plantean que
precisamente uno de los beneficios del TLC es que ahora sí nos vamos a ver
forzados a retomar la AIPC, cuando ha debido ser alrevés, se pretende ahora en
volandas poner la carreta delante del buey. La competividad es una tarea de
largo aliento y la clave de la misma está en persistir, en sostener el
esfuerzo, porque no se trata sólo de mejorar sino mejor a un ritmo mayor del de
los países que nos aventajan. Y de esto sí que estamos lejos, como se denota en
el más reciente Informe del Foro Económico Mundial, en el cual el país queda
muy mal rankeado. En materia de infraestructura Colombia se raja prácticamente
en todas las asignaturas: particularmente en
la calidad de las vías carreteables con una calificación de 2.9 sobre 7 ocupa el puesto 108 entre 142 países de la muestra y el panorama es más desolador en vía
férreas, recibiendo una calificación de 1.7,
ocupando el puesto 99. En cuanto a
puertos, obtuvo 3.4, ubicándose en
el puesto 109. Sólo muestra una mejora en la dotación en infraestructura
aeroportuaria, obteniendo una calificación de 4.1 y ascendió al puesto 94.
Colombia a duras penas apenas sí obtuvo como nota promedio en infraestructura 3.7. Pésimo handicap este para
enfrentar la competencia de EEUU. Estas precariedades en materia de
infraestructura sitúan a Colombia muy por debajo de sus pares en el grupo
CIVETS[22],
del cual tanto nos ufanamos de hacer parte. A pesar de que en su momento se
hizo mucho algarabía con tal Plan Visión
Colombia II Bicentenario 2019, el mismo se quedó en el papel como tantos
otros costosos estudios que sólo han servido para llenar los anaqueles
oficiales. Un ejemplo patético de la falta de visión y de la estrechez de miras
de las autoridades es el Túnel de la Línea; después de tantas vueltas y
revueltas para acometer su construcción, cuando finalmente se toma la decisión
es sólo para construir un túnel unidireccional,
habrá que esperar otros cincuenta años para construir la otra calzada. Esto es
como para Ripley!
No sé de
donde saca el Ministro de Comercio, Industria y Turismo (MCIT), Sergio
Diaz-Granados, que con el TLC el PIB de la economía Colombiana va a crecer un
punto adicional, que se van a
triplicar las exportaciones a EEUU (llevándolas de los US $16.900 millones del
año anterior a US $50.000 millones en sólo cinco años) y que se van a crear más
de 380.000 nuevos empleos[23],
según el Director del DNP se obtendrá “una reducción de dos puntos en la tasa
de desempleo en un período de cinco años”[24].
En primer lugar, nadie se explica cómo si la economía mexicana, no obstante
contar con un Tratado de Libre Comercio con EEUU (NAFTA, por sus siglas en
inglés) desde enero de 1994, en los últimos quince años su PIB ha crecido por
debajo del promedio del crecimiento del PIB de Latinoamérica y particularmente
de Colombia, ahora la economía colombiana, por el sólo hecho de poner en marcha
el TLC con EEUU, ahora va a crecer a un rítmo mayor. No obstante el incremento
en las inversiones y en las exportaciones, ello no se ha traducido en mayor
crecimiento del PIB. Es más, según el Banco Mundial, la CEPAL, el FMI y la OCDE
“a casi 18 años de la entrada en vigencia del NAFTA, México tiene una realidad
cruda: el 51% de la población, unos 54.8 millones de personas, vive en
situación de pobreza; desde la crisis del 2008, la mitad de los nuevos pobres
de América Latina son meicanos; la desigualdad en la distribución de la riqueza
prevalece: 10% de la población concentra el 41.4% del ingreso nacional…Los
salarios no han alcanzado el crecimiento esperado y uno de los sectores más
golpeados en México ha sido el agrario…”[25].
Es decir,
que México con el NAFTA está cada vez más cerca de EEUU y más lejos de la
Prosperidad para todos, lo cual da para pensar que tales augurios no pasan de
ser meros espejismo. Tal es también la pretensión de triplicar las
exportaciones a ese país por cuenta del TLC, lo cual lo despeja un estudio del
Banco de la República realizado en 2007
el cual estima que con con el TLC con EEUU las
exportaciones crecerán
un magro 6.4% mientras las importaciones
crecerán el 12%[26].
El resultado de este estudio lo corrobora otro de la Comisión de Comercio
Internacional, responsable de la política de comercio exterior estadounidense
(USTR), según el cual “gracias al TLC las exportaciones estadounidenses a
Colombia podrían aumentar en un 10%, cerca de US $1.100 millones y las
importaciones en unos US $487 millones”[27]. Y ello es explicable, porque como lo anota el
consultor empresarial Jorge Alberto Velásquez, “una
cosa son los acuerdos comerciales y otra la posibilidad de aprovecharlos: en
Chile y México participamos únicamente con el 1.1% (US $907 millones) y 0.2%
(US $638 millones), respectivamente, de sus importaciones totales. Firmamos acuerdos, pero no contamos con
producción para exportar, ni la generamos”[28]. Esta es la verdad
verdadera. En cuanto al empleo, es consabido que a pesar del repunte que han
tenido las exportaciones, sin TLC y del aumento de la producción la tasa de
desempleo no cede. Con TLC no van a cambiar las cosas, mientras no se cambie el
modelo económico de crecimiento sin empleo que predomina en Colombia, en ello
no nos podemos hacer ilusiones. Muy seguramente generará más empleo en EEUU del
que se va a generar aquí, en donde lo que vamos a tener es destrucción de
empleo en el campo.
ENTRE FALACIAS Y ESPEJISMOS
No
es cierto, como se afirma en la página Web del MCIT que ahora que tiene TLC con canadá y Suiza “es la
primera vez que Colombia puede ingresar sus productos, sin restricciones
arancelarias, a países desarrollados”, ahora que tiene libre comercio con
canadá y Suiza…”. Acaso Colombia no cuenta con el Andean Trade Promotion and
Drug Enforcement Act (ATPDEA) desde
1991, el cual acaba de ser prorrogado en simultánea con la ratificación del
TLC, el cual le permite a Colombia acceder al mercado estadounidense la inmensa
mayoría de sus productos de exportación libre de arancles? Otra cosa muy
distinta es que no se haya sabido aprovechar a plenitud dichas preferencias
como si lo ha hecho Perú, por la misma razón por la que tampoco se ha
aprovechado el TLC con Chile, por no contar con una robusta oferta exportadora.
Seguimos con la misma oferta exportadora de hace 40 años, la cual se limita
esencialmente a una limitada gama de no más de 11 productos de talla mundial.
Bién dice Marco Llinás que “los países
con mayor diversificación del aparato productivo son los que más crecen y en
eso Colombia tiene aún un espacio para trabajar”[29]. Como tampoco es cierto
que, como lo sostiene el Director del DNP y Coordinador del equipo negociador
colombiano del TLC con EEUU Hernando José Gómez, “las micro, pequeñas y
medianas empresas se benefician por la disminución de costos de maquinaria,
equipo, insumos y materia prima importada de Estados Unidos por la eliminación inmediata de la gran
mayoría de los aranceles….En efecto será un incremento de competitividad
que debe redundar en mayores exportaciones y mayor capacidad para preservar el
mercado interno…puede generar
500.000 empleos en los próximos cinco años”[30].
Resulta
curioso, por decir lo menos, que el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes
considere que el TLC “llega en el momento que se necesita”[31], habida cuenta del
colapso de la frágil y precaria infraestructura vial con la que cuenta el país,
amén del azote de la volatilidad de la tasa de cambio. La ratificación del TLC
coincide con una coyuntura caracterizada por la reprimarización de la economía,
la cual ha repercutido en la pérdida de competitividad de la producción y de
las exportaciones de la industria y la agricultura, las cuales han perdido
además participación en el PIB impactadas por la enfermedad holandesa[32]. Y pensar que una vez
entre a regir el TLC el Gobierno y el Banco de la República quedarán maniatados
e imposibilitados para tomar medidas que amortigüen dus deletéreos efectos
porque no podrán ni intervenir la tasa de cambio ni establecer controles a la
entrada de capitales. Estas son razones
que nos llevan a plantear la necesidad de una moratoria para su entrada en
vigencia, a riesgo de que si ella no se da sus efectos pueden ser
catastróficos. Tal moratoria no causaría ningún traumatismo dado que el país ya
cuenta con el salvavidas de la extensión de los beneficios del ATPDEA hasta
mediados de 2013.
De
hecho Colombia ha venido desgravando la importación de maquinarias, equipos e
insumos importados unilateralmente
(Decretos 4114 y 4115 de 2010), sin esperar siquiera negociarlo con los demás
países. No sobra advertir que ello le representa un importante costo fiscal al
país, el cual se acrecentará con la entrada en vigencia del TLC con EEUU. Según
ANIF “se ha estimado que, cuando quiera que entre a regir el TLC con los EEUU,
ello representara un sacrificio fiscal del orden de los $645.000 millones en el
primer ano, cifra equivalente al 0.2% del PIB, segun las propias cifras del
Marco Fiscal de Mediano Plazo presentado (!Oh paradoja!) en el año 2006"[33]. Este es otro de los
“beneficios” del TLC del cual no se habla, será por aquello de que en casa del
ahorcado no se menciona la soga? En todo caso, la acogida que algunos
desatentadamente le están dando al TLC evoca aquellos tiempos de bárbaras
naciones, en el Imperio romano, cuando las víctimas de la persecusión al ser
arrastradas para ser lanzadas a las fauces de las fieras del circo, exclamaban
ante el Emperador: Ave césar, los que vamos a morir te saludan!
Riohacha,
octubre 16 de 2011
www.amylkaracosta.net
[1] Miembro de Número
de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas y ex presidente de la Sociedad
Colombiana de Ciencias Económicas
[2] El Espectador.
Octubre, 11 de 2011
[3] El Nuevo Siglo.
Junio, 19 de 2011
[4] Amlkar D. Acosta
M. La desintegración andina.
[7] El Tiempo.
Noviembre,21 de 2010
[8] El Nuevo Siglo.
Octubre, 11 de 2011
[9] El Nuevo Siglo. Febrero, 28 de 2006
[10] Portafolio. Febrero, 16 de 2006
[11] El Nuevo Siglo.
Octubre, 11 de 2011
[12] RCN Radio. Agosto,
9 de 2011
[13] Idem
[14] El Espectador.
Octubre, 11 de 2011
[15] Idem
[16] Portafolio.
Octubre, 13 de 2011
[17] La República. Mayo,
17 de 2004
[18] El Nuevo Siglo.
Octubre, 11 de 2011
[19] Idem
[20] El Espectador.
Octubre, 12 de 2011
[21] El Tiempo. Octubre,
14 de 2011
[22] Amylkar D. Acosta.
El fantasma de la recesión. Agosto, 24 de 2011
[24] Portafolio.
Octubre, 13 de 2011
[25] El Tiempo. Octubre,
16 de 2011
[27] Portafolio.
Octubre, 13 de 2011
[28] Portafolio.
Octubre, 14 de 2011
[29] Portafolio.
Octubre, 13 de 2011
[30] Portafolio.
Octubre, 13 de 2011
[31] El Tiempo. Octubre,
14 de 2011
[32] Amylkar D. Acosta
M. Septiembre, 18 de 2011
[33] ANIF. Informe Semanal.
Octubre, 4 de 2010
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